Empezamos con una mujer a caballo. Tenía un velo blanco que no le cubría el rostro pero que colgaba hasta su cintura. Tenía puesta una corona y un vestido de terciopelo rojo y negro debajo del velo. Estaba sentada como a un lado de la silla de montar pero con una rodilla enganchada sobre el cuerno de la silla. Era muy fuerte. Tenía cejas oscuras. Estaba esperando a alguien. No sabía a quién. Estaba un poco ansiosa pero no demasiado. Era fuerte. Tenía algo dentro de ella. Un mensaje. Esperaba a alguien para darle el mensaje pero no sabía a quién. El mensaje era una mano de oro dentro de su pecho.
LA FLECHA II
…Luego una flecha vuela en el cielo. Muy alto a través las estrellas. Viene bajando directo hacia ella. Ella voltea hacia arriba y le atraviesa el pecho. Sostiene la flecha al tiempo que la traspasa y se lleva la mano consigo. La flecha cae al suelo.
Un niño pasa por ahí. Es un niño que tiene como seis u ocho años. Pero tiene cara de muchacho. Tal vez de unos dieciocho años. Es muy fuerte. Tiene el cabello rubio. Recoge la flecha y la lanza a un lado. Toma la mano y se la pone sobre su propia mano derecha. Su mano izquierda es azul. Ahora sus dos manos son más grandes de lo normal. Va a la ciudad y para su sorpresa nadie se da cuenta de que tiene estas dos enormes manos.
Parte Segunda. SENTADO EN LA ORILLA
1
El niño está sentado en la orilla.
El agua se mueve de derecha a izquierda y hacia abajo.
Pero no como si fuera una cascada.
El agua está fría.
Detrás hay una pared muy alta.
Sin cuevas.
El agua hace demasiado ruido como para distinguir más que sus propias palabras.
Así que él escucha al agua.
2
Hay movimiento del otro lado.
Pero las hierbas están muy altas.
Le habían cortado la piel cuando pasó a través de ellas.
El viento se detuvo y un pájaro voló frente al sol.
Él conocía a este pájaro.
Luego el movimiento otra vez.
Algo se movía detrás de la hierba.
Cuando el agua se tranquilizó, su respiración se detuvo.
3
Algunas veces antes, cuando salía
solo y su alma al agreste,
empujaba el filo del miedo
justo arriba del límite del pánico…
Y luego hacía erupción.
Esto le provocaba una sensación de poder.
Pero aquí él no estaba solo.
Y su corazón saltó.
4
Algo se movía,
y salía de entre las hierbas,
cerca del piso.
Respiraba fuerte
al tiempo que se acercaba,
se acercaba a él
Él se aleja
hacia los pliegues de la roca.
Luego aparece.
Oscuridad absoluta…
Una sombra aparece de entre las hierbas.
Parte Tres. VI CÓMO UNA CUEVA SE ABRÍA
Vi cómo una cueva se abría
arriba en la pared.
Días y días escalé.
Y cuando me acerqué
pude escuchar movimiento.
Movimiento en el interior.
La entrada se veía plana y cerrada.
Pero cuando me acerqué, se me abrió.
Vi dos manos
trabajando.
Trabajaban afuera
con madera.
Cortando palos de madera,
recortándolos,
haciéndolos lisos y alineados.
Pero también trabajaban en el interior.
Era como si cada mano
tuviese otra mano dentro.
Una mano interna.
Y esta mano interna
fabricase y diese forma a un poder interno
mientras que la mano externa trabajaba la madera.
Una mano era áspera, callosa, endurecida.
Ésta escogía las varas
y doblaba y rompía la madera cuando era necesario.
La otra mano se movía con rapidez.
Recogía una herramienta,
cortaba y recortaba la punta.
Era suave, aquella mano.
Sentía toda la madera
quitándole astillas y haciéndola tersa.
Di un paso al frente
y aflojé una roca que caía.
De ahí un líquido azul empezó a chorrear
manchando el suelo de la cueva.
Una mano dejó de trabajar por un instante
mientras la otra seguía.
La cuchilla seccionó la mano dura y callosa.
Y una gota brillante de sangre resplandeció y descendió en el sitio.
Parte Cuatro. CUANDO EL FUEGO SE APAGABA
Una noche, cuando la llama se extinguía afuera, escucharon una respiración suave. La más joven estaba preparando el fuego cuando la atacó. Lo inesperado del ataque la tomó desprevenida y peleó lo mejor que pudo. Ella no estaba a la altura; sin embargo, su hombro izquierdo se aplastó y se fragmentó parcialmente. Intentaba meterse a su garganta pero ella evitó que esto sucediera, por un momento, sólo con sus manos. La arrastraron por el bosque y su fuerza comenzó a deteriorarse. Pidió ayuda a los demás. La habían arrastrado de un pie y ella había intentado agarrarlo a las rocas o al suelo para obstaculizarlo. Ella volvió a llamarlos y todos llegaron. En vez de atacarlos y fusionar su oscuridad con la de ellos, decidió dejarla ir. Una vez que estuvieron completamente separados, la trajeron de regreso y curaron sus heridas.
BAJO LA LLUVIA
Él estaba parado bajo la lluvia,
Absorbiéndola
tan fácil como a la luz.
No le temía a nada.
Como a la obscuridad, no había nada que temer.
Con excepción de los relámpagos.
Le parecían espantosos.
No era el sonido sino el resplandor que partía lo negro.
—No pertenece ahí— , él pensó.
—Estos destellos de luz—.
Partiendo su oscuridad en dos.
No comía como los demás.
La comida para ellos eran las sobras de la vida,
y eso les daba vida.
Pero para él la comida era cuando podía convertir la luz en oscuridad.
Y el residuo de esto, lo nutría.
Una vez acorralado por ellos.
Sus luminosos misiles lo atacaban por ambos lados.
Y él sintió cómo se encogía.
Trató de desplegarse.
Pero no pudo, no esta vez.
Así que se retiró para recuperar su fuerza.
Y por mucho que lo odiaran,
él, todavía, podía ver lo que compartían.
Le encantaba hacer cosas
y dejaba pequeños artefactos por donde había pasado:
pedazos de madera,
curiosos montones de rocas.
Quizás doblaba algunas hierbas de modos inusuales.
Él sabía que los demás interpretarían esto como señales de su presencia.
Y esto lo divertía.
De alguna manera su mundo era muy grande. Se podía mover por la noche, o durante el día si tenía cuidado. Pero por otro lado, era muy, muy pequeño. Y él lo sabía.
Tomó una concha, la puso sobre una hoja y la dejo ir por el agua.
Quinta Parte MUJER DE AGUA
Era un hombre pequeño; casi como niño con su cara redonda.
Nos encantaba seguirlo por ahí. No nos acercábamos mucho. Siempre había pájaros alrededor de él. Pajaritos alrededor de él que la mayoría no veía como raros. Muchos ni cuenta se daban. Pero nosotros sí. Especialmente porque el aire se sentía suave allá arriba. Estos pajaritos siempre lo rodeaban.
Y a veces un conejo. Y siempre el mismo.
Él vivía más arriba que los demás y nos encantaba asomarnos y ver lo que estaba haciendo; aunque nadie podía comprenderlo. Moviendo todas las cosas, él bajaba, rompía una vara, recogía una flor, tomaba un poco de agua y regresaba arriba.
La gente grande nos decía que nos alejáramos de él. Pero nadie sabía por qué. “Deben alejarse” escuchábamos con frecuencia, aún cuando se sabía que él era de buena suerte para todos nosotros. Tan es así que mucha gente le llevaba comida y se la dejaba ahí arriba. Y sin embargo, ellos también le tenían miedo.
MUJER DE AGUA
Segunda parte.
Llegó un día que una mujer pasaba por su territorio. Ella se detuvo y le pidió un poco de agua.
Nosotros lo vimos porque nos dejaron verlo.
Él tomó una taza y se la trajo a la mujer. Ella la bebió y pidió un poco más. Él tomó la taza, regresó, la llenó y se la trajo a la mujer. Ella la bebió y pidió un poco más. Él tomó la taza, la llenó y se la volvió a traer. Ella la bebió y, de nuevo, pidió un poco más. Y esto sucedió una y otra vez.
Nosotros veíamos todo desde lejos. Pero estábamos lo suficientemente cerca para ver —incluso antes que él, o por lo menos eso pensábamos— que ella empezaba a hincharse. Él no dijo ni una palabra, seguía yendo y viniendo por la taza, la llenaba, la regresaba y se la daba a la mujer.
MUJER DE AGUA
Tercera parte.
Con el tiempo ella empezó a hincharse tanto que no había manera de que él no se diera cuenta. Pero no dijo nada. Sólo siguió caminando de un lado a otro por el mismo camino trayendo tazas y tazas de agua.
Ella empezó a hincharse grotescamente y su cara empezó a cambiar. Su voz se volvió más ronca y se convirtió en algo repugnante y ofensivo. Al principio ella mantenía un tono poco amigable pero muy pronto empezó a hablar de manera muy cruel. Sin embargo, él seguía sonriendo con su sonrisa redonda, tomaba la taza, se la llevaba, la llenaba y la regresaba. Los pajaritos canturreaban a su lado.
Él ni siquiera parecía darse cuenta de la bestia que surgía de esta mujer. Ella se volvía cada vez más grande. Con el paso del tiempo, empezó a arrojarle la taza y a gritarle: “¡MÁS AGUA, ESTÚPIDO HOMBRECILLO!” Y con su sonrisa redonda, él se la trajo.
Ahora… finalmente, los pájaros se empezaron a enfadar. Cuando el dejó la taza una vez, los pájaros se juntaron e hicieron un plan.
MUJER DE AGUA
Cuarta parte
Y la siguiente vez que él regresó con la taza vacía al lugar donde estaba el agua, se escondieron detrás de ella. Ésta se picoteaba los dientes y no se dio cuenta o no le importó. Estaba ebria, ahora, de todo esto. Y mientras él regresaba esta última vez con la taza y se la daba, seis pájaros salieron de atrás y clavaron sus pequeños picos muy dentro de su piel. Uno en cada mano, uno en cada tobillo, uno en su cuello y uno en su espalda.
En el instante que lo hicieron, se formaron pequeños agujeros y el líquido comenzó a salir. Al principio un chorro y luego empezó a salir más fuerte haciendo que los pájaros salieran disparados mientras esta enorme bestia se desinflaba.
Tan pronto ella se dio cuenta, empezó a enfurecerse mucho más de lo que sus groseros modales habían insinuado. Empezó a gritar: “¡¿QUÉ ESTÁ SUCEDIENDO?! ¡¿QUIÉN HA HECHO ESTO?!
Volteó y vio a los seis pájaros y con un destello de su ojo los incineró dejando pequeñas marcas en el suelo.
Luego, volteó a ver al hombre y gritó soooooo con ferocidad… su ardiente aliento quemaba el cuerpo del hombre carbonizándolo en un instante.
Todo cayó sobre la roca menos la mano que asía la taza, ardiendo.
Ella alcanzó la taza, la agarró y la aventó. Pero no podía hacer que las heridas dejaran de escurrir. Sus gritos se convirtieron en patéticos chillidos al tiempo que todo lo que la sostenía se escurría en el suelo y dentro de la tierra.
Una vez que hubo silencio absoluto y todo estuvo en calma, salimos del escondite y nos dirigimos hacia la escena.
Fue como si se hubiese llevado a cabo una gran batalla. Y sin embargo, parecía que nadie hubiese ganado. Luego nos dimos cuenta de que la roca tenía una quemadura. Vimos la mano, brillando en el sol.
Parte seis. LA PRIMERA SEÑAL
La primera señal fue que el viento se había detenido.
La segunda fue en el momento que —aun cuando el sabía que el agua fluía— ya no la pudo escuchar.
La tercera fue cuando él se dio cuenta que aguantaba la respiración.
La cuarta señal llegó en el sentido de que alguien lo observaba.
A la quinta supo que no debía quedarse.
Había oscuridad que se movía hacia él.
Ya había sentido oscuridad antes,
pero no así,
que venía directamente hacia él.
Vio las hierbas que se movían del otro lado.
Hierbas más altas que él.
El momento era errático.
Como si estuviese en busca de algo.
¿Estaba perdido?
No, parecía estar buscando algo.
Casi como en pánico.
¿Qué buscaba?
Caminaba por ahí y sabía qué tan denso era.
Denso y espinoso.
Los moretones y los rasguños en sus brazos le seguían lastimando.
Y ahora algo se acercaba hacia él empujando las hierbas fuera del camino
Esto corrió a través de la hierba.
Le recordó algo que vio cuando era joven:
apenas un niño y nunca realmente le contó a nadie.
Una vez intentó con su abuelo
pero el hombre no lo estaba captando.
Así que se detuvo
y se lo guardó.
“Me levanté tarde una noche. Un sentimiento me impulsó y me escapé de mi familia. La luna era tan brillante como un sol azul que bañaba de luz todo el terreno. Nuestro maíz se movía con la brisa. Los animales estaban quietos”.
“Y ahí afuera había algo enorme parado ahí. Tan enorme que pensé que pertenecía”.
“En mi memoria, cuando lo recuerdo, no tenía forma de animal, ni siquiera de insecto o de máquina. Me acerqué. Parecía que no me veía; que no le importaba mi presencia. Y cuando se dio cuenta pareció ignorarme, lo cual me hizo querer acercarme aún más”.
“Luego sentí que mi presencia se convertía en algo casi irascible. Como si yo lo estuviese distrayendo de algo. Desplazó su atención de su inadvertida tarea por una fracción de segundo. Yo podía darme cuenta de que estaba viendo. Una mezcla de sentimientos me confundieron. Un total temor de que su poder estaba a punto de destruirme, de que acabaría con el mío. ¿O me daría algo, algo de su poder… un don?”
“Pero la arrogancia de este pequeño niño no duró mucho tiempo. Y luego, en un par de respiraciones, se había ido.
“Yo vi la mancha del movimiento. No se desvaneció con claridad. Si así hubiese sido, habría querido decir que no era de este mundo. Por lo menos para mí. En aquel entonces.”
“Por mucho tiempo no se movió. Simplemente se quedó ahí en la luz, mirando las sombras que se movían alrededor de mí”.
Él no había pensado en aquello por mucho tiempo.
Y ahí estaba, ahora, con este frío precipicio detrás.
Y el agua, en frente, se movía a su derecha y a su izquierda.
Y las hierbas del otro lado.
Y aquí se encontraba una obscuridad que se movía hacia él.
Podía escuchar su suave respiración.
La cosa que salía.
Que empujaba las plantas fuera de su camino.
Él retrocedió,
escabulléndose entre las rocas para esconderse.
Al tiempo que su sombra
salió
a la orilla del agua.
Parte Siete. DESPUÉS DEL PUEBLO
Después de dejar el pueblo,
el niño sentirá como si lo vieran por primera vez.
Lo reconocerán de una manera particular.
Él se marchará lejos,
sintiéndose a sí mismo fusionado
con todo el poder que le otorgaron cuando era pequeño;
aquél con el cual se construyó a sí mismo.
A medida que camine, no verá nada detrás de él.
Y empezará a moverse más rápido.
Comenzará a dejar el suelo.
Y la luz del sol permanecerá a lo lejos.
Él la cruzará y se desplazará hacia arriba.
Comenzará a moverse muy rápido.
Toda su visión apuntará hacia el frente.
Por un momento, sólo verá oscuridad.
Pero una oscuridad que no temerá.
Y subirá más alto y más alto,
viajando lejos, lejos, lejos
en la lejanía.
Pequeños pinchazos luminosos
aparecerán en la tinieblas.
Y él se sentirá aún más fuerte.
Toda la fuerza que se le ha otorgado, con el tiempo,
se impulsa justo al frente
mientras él remonta el vuelo
hacia las estrellas.
Y cuando llegue al lugar
al que se ha estado encaminando,
se extenderá,
se extenderá plenamente a través de las estrellas.
Y al hacer esto
se sentirá incluso más dentro de sí mismo.
Aunque no distinto a lo que sentía…
Al principio.